Pobre muchacho...

A estos cuatro, la noticia los tomó por una exagerada sorpresa. Al resto, la sorpresa lógica, la de siempre. Pero a estos cuatro, un poco más. Y todos, sin saberlo, reaccionaron a la llamada de la misma manera, con la misma incredulidad y exagerada sorpresa, y pasaron en seguida al mismo lugar.

Pero eso lo supieron después, porque cuando recibieron la llamada, cada uno estaba en lo suyo, haciendo algo distinto. Coincidían, eso sí, en que ninguno esperaba que les fueran a decir que había muerto Culleari.

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