Ladran Sancho

«No sé qué pasa hoy que están demorados», dice una. «Dale, decile que se apure, que te espera tu cliente millonario», dice la otra. Ambas ríen. La primera guarda el celular en el bolsillo trasero, y entra. La puerta chirría como cada vez. Llega de repente el bullicio, y el olor a carnes asadas. En seguida se cierra la puerta.

Son las nueve y media de la noche de un viernes como cualquier otro. Espero mi sánguche afuera del local porque la tos me tiene a mal traer. Veo por la ventana a un vejete hacerse el galán con una vieja oxigenada. Me río solo de la escena, el romanticismo y las ganas de coger entre las vísceras animales y una botella de tinto de mesa. La travesti más alta sale con el pedido en la mano, triunfante. «¡¿Viste?! ¡Te dije!», dice la más retacona, y se van apuraditas riéndose por lo bajo. Yo sigo esperando.

~

No hay comentarios:

Publicar un comentario