Era domingo

Llovía. El viejo estacionó en la calle de tierra, bajó del auto con dificultad y, con la mano que le quedaba libre, abrió apenas el portón corredizo y entró. En la otra mano llevaba un recipiente de vidrio con ensalada de papa, huevo duro y mayonesa. Los perros le hicieron fiestas. Era domingo al mediodía y lo habían invitado a comer un asado.

El asador siempre era Maxi, quien disfrutaba de sentirse un héroe parado junto a la parrilla bajo la lluvia. Teo, su hijo, lo ayudaba a veces. Paula era la hija del viejo, seguro que ella lo había invitado. Era la primera vez que el viejo iba a esa casa. Se habían mudado hacía cinco años y yo, al menos, nunca lo había visto.

~

No hay comentarios:

Publicar un comentario